jueves, 12 de junio de 2014

MI MÁS SINCERA APOLOGÍA DEL TACÓN


Y apología es poco. Que si por mí fuera, le dedicaba un monogáfico y hasta una estatua en mitad de la Gran Vía. En mi hay armario tacones "car to pub", tacones del día a día, tacones de ir en metro, y hasta de andar por casa. Ando mejor con ellos que sobre plano. Me vengo arriba. Yo no sufro. Ni mis pies tampoco, que me sé todos los trucos para vivirlos como si fueran deportivas.

Que cada centímetro de tacón adelgaza un kilo y sube la autoestima un grado no lo puede negar nadie que tenga un espejo en casa y se haya subido a unos buenos stilettos.  
La pena es que en mi época de adolescencia insegura no existía la variedad de opciones que hay ahora. 
O calzabas un zapatito de salón, o nada. Y yo, que era muy de bailar y de volver a casa andando a altas horas -siempre nos bebíamos la reserva de dinero para el taxi-, no era la candidata más propicia.
Ni siquiera existían aún las zapaterías drag de la calle Augusto Figueroa de Madrid. 
La primera altura de verdad la alcancé cuando se pusieron de moda las alpargatas de cuña big-size.
Ya el no va más fue con la llegada de la Princesa Letizia -y eso es lo primero que le debemos las españolas-. Gracias a su gentil figura, los zapatos de tacón con plataforma dejaron de ser de "dudoso gusto" y se convirtieron en un complemento socialmente aceptado y hasta aplaudido. 

Que conste, que cuando digo tacón me refiero a unas medidas longitudinales de entre 8 y 16 cm. 
Por encima de esa medida es zanco y por debajo es una birria. 
Creo que no hay nada más triste en esta vida que sufrir dolor de pies sobre unos taconcitos salón de 5 o 6 centímetros de altura.

En fin, que tanto me gustan, que hasta los fetichizo, y si no son demasiado cómodos los dejo de objeto decorativo. En la estantería del salón, tengo el par izquierdo de unas sandalias de Dior antiguas que decoran y dan una prestancia que da gusto.

Para mí, son imprescindibles. Tengo esa estatura "tonta", en la que eres entre mediana y altita, y con ellos, rozo el metro ochenta. 

Los del dibujo fueron los únicos que se me resistieron. Los termine vendiendo. Eran los Jimmy Choo de raso fucsia con el lazo en el tacón. Me los compré a precio de tacón de Calzados Marypaz en la Venta para prensa de la firma, que si no... 
Y los vendí también, a precio de Marypaz, que no pienso nunca especular con las estiletto-fantasías de las mujeres. 
Intenté hacerme a ellos por todos los medios, pero me quedaban algo grandes y se me ocurrió estrenarlos en una boda en La Granja de Segovia. El cóctel, entre adoquines y césped se confabuló contra ellos y terminé descalza. 

Ya no me pasaría eso, porque me los pruebo sobre la superficie más traumática. La moqueta de las zapaterías no vale. Hay que pedir permiso para salir de la tienda -aunque sea acompañada del señor de seguridad- y caminar al menos 8 portales con ellos puestos por estas calles entre adoquinadas y destrozadas de Madrid.

Además, siempre llevo en el bolso mi "kit de supervivencia taconil". 

El Stick Talones Agrietados de Dr. Scholl, listo para utilizar en cualquier momento.  
Sus Miniplantillas de gel Party Feet  también me han salvado en más de una ocasión. Cuando el "car to pub" se ha convertido en un paseo bajo la luna o similar. 
Cuando se trata de sandalias muy deslizantes, siempre coloco antes las Plantillas de Silicona de Salveped. 
En verano, se me escurrían las tiritas, hasta que me hice con un lote de Salvelox Water-Resistant. A veces, se me olvida quitármelas y me voy a la cama con ellas puestas, me ducho al día siguiente y ahí siguen.
El Apósito en Spray de Hansaplast. De lo más discreto, cubre la herida o ampolla con un film transparente y pedes seguir caminando como si nada. 

PD. Para los que siempre preguntan. Nunca me he caído de unos tacones. Sólo cuando me relajo sabiendo que voy de plano o deportivas es cuando me he hecho algún esguince, torcedura, rotura de coxis y etc. Con tacón, los seis sentidos van en alerta. 

1 comentario:

  1. Ay, lo que me gusta un tacón y que poco me hago con él, cuanto envidio a mi amiga Nieves, con qué gusto y soltura los lleva

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