
Mis hilos, los maneja una periodista de belleza etc. que lleva en servicio desde el 93 ¡era una criaturita!- Es buena chica, pero algo seria. Sometida a órdenes de edición, reuniones de contenido, fechas de entrega... A veces escapo de ella bajo el alias de MacMartac para contar "otras cosas". Las ilustraciones de By AnaC. me darán la vida. La palabra es mía. Bienvenidos a este universo paralelo.
jueves, 4 de octubre de 2018
domingo, 5 de febrero de 2017
EL MÉTODO KONDO NO ES PARA MÍ
He caído, he
consentido en que me prestaran el libro, decido seguir a rajatabla los mandatos
de Marie Kondo y el sábado por la mañana me dispongo a dejar la casa con eco
bajo su lema “deja solo lo que te haga feliz”.
Empiezo por la ropa, que dice que es lo más fácil. Hago lo
que ordena: sacarlo todo y dejarlo en el suelo. Antes tengo que pedir ayuda a
unos vecinos y poner la cama de pie apoyada sobre a la pared, pero lo consigo.
A las cuatro prendas empiezo a sentirme un poco ridícula. Es
que Kondo te sugiere despedirte de cada prenda con un “gracias por los
servicios prestados” y la voz me sale un poco de falsete.
Me entra la risa floja cuando se las doy a un bolso
horroroso, y decido hacer un corte de mangas a esas sandalias carísimas y
matadoras que me provocaron un esguince mientras las meto en la bolsa. Si me ve
Marie…
La verdad es que así me lo paso mejor, pero llega un momento
en el que me canso de dilucidar si una prensa me inspira felicidad cuando la
aproximo a mis mejillas y además lo estoy dejando todo perdido de maquillaje.
Decido probarme todo e inauguro una nueva clasificación: lo
que me queda de coña y lo que me hace tripa, culo o chepa. Así es más fácil,
aunque creo que tengo que ir urgentemente de compras.
Eso sí, como soy previsora y la esperanza es lo último que
se pierde hago dos cajas en las que meto algunas-bastantes cosillas. Una se
llama “para cuando adelgace” y la otra “por si engordo más, Dios no lo quiera”.
Sigo con el capítulo y ¡punto para mí! Resulta que sigo al
pie de la letra uno de sus mantras: el de tener junta la ropa de invierno y la
de verano. Más que nada yo lo hago porque nunca se sabe qué temperatura va a
hacer y porque me dan mucha pena esas personas que al final acaban bajando de
los altillos la ropa de verano el 2 de julio y luego no sacan la de invierno
hasta el 18 de noviembre o cuando ya han tenido dos gripes seguidas. La gurú
del orden estaría orgullosa de mi cajón fijo –que no estacional- de bañadores y
pareos, justo debajo del de bufadas, gorros y guantes.
Empiezo a cansarme un poco, pero descubro lo de los bolsos.
La verdad es que la idea es de reverencia con pirueta. Yo soy de comprar muchos
y de usar el mismo tres años seguidos con tal de no hacer trasvase de los
objetos que acumulo en él. Pero Marie Kondo tiene la solución: vaciarlo en una
caja nada más llegar a casa y volver a llenarlo al salir. Por fin voy a ser una
de esas señoras que combinan el bolso con lo que llevan puesto.
Sin embargo, no paso por eso de que los calcetines tienen
alma y que tienes que hablarles al emparejarlos. Eso es imposible. Además, yo
prefiero forzarles a relaciones inesperadas. Calcetín negro de deporte con
media de seda color visón y tal. Me parece más romántico.
miércoles, 1 de febrero de 2017
LO DE LOS DEBERES ESCOLARES YA ES LO DE MENOS
En mis ratos libres,
después de las 10 horas de jornada laboral echando culo frente al ordenador, y
de cumplir con la tareas de la casa, me saco 5º de Primaria y Segundo de la
ESO.
Entiendo, mucho, esas
huelgas de padres negándose a que sus niños hagan los deberes del cole. Por los
niños, que me dan penita tan pequeños y con jornadas laborables de 12 horas,
pero por encima de todo, por los padres que se tienen que sentar a su vera cada
tarde para ayudarles, preguntarles la lección o buscar material por internet
para sus trabajos.
El año pasado en casa no es que nos luciéramos con las notas
finales. No debía estar yo muy fina, porque a pesar de los respectivos
profesores particulares y mi tiempo de entrega a la causa -aunque fuera
coloreando para que Criaturita 2 pudiera irse a la cama antes de pasar a
terminología a.m.-, la cosa quedó bastante tristona.
Este año ya no van a extraescolares, ni al parque después
del colegio. Porque o empezamos con las tareas a las 5 en punto de la tarde o
no hay manera de cenar antes de las diez y de que vayan duchaditos al día
siguiente.
Sin embargo, se me está resistiendo el power point -que
ahora los trabajos los entregan en pendrive-, y aunque me he apuntado a un
cursillo acelerado, no creo que Criaturita 2 saque más de un 4 en el trabajo de
Science.
En mi época solo pedí ayuda paterna en dos ocasiones. Algo
de física que se me resistía en 8º de EGB y en matemáticas con lo de los
vectores.
Las ciencias nunca han sido lo mío. Lo sospechaba de siempre
y ahora lo se. A mitad de 4º de Primaria me di cuenta de que había llegado a mi
tope y subcontraté a una estudiante de arquitectura. No me quedó más remedio
porque al niño le daba vergüenza que yo fuera a sus clases de oyente. Así que
si me preguntaran en una entrevista por mi nivel de matemáticas tendría
contestar que 4º de EP.
De todas formas, ahora deben ir bastante acelerados, y con
esto de la LOMCE y los temarios nuevos, la verdad es que mis hijos se llevan tres
cursos y dan prácticamente lo mismo. Una vez que criaturita 1 se dejó en el
cole el libro de Lengua de 2º de la ESO, cogimos el de su hermana para repasar y
al final aprobó.
Cuando hay algún extra –dentista, revisión médica, ir a
comprar unas zapatillas para educación física o similar- casi deseo que les de
un poco de febrícula por la noche –solo un poquito, claro- y no tengan que ir a
clase al día siguiente.
Y ya ni hablo de esas bajadas desesperadas a los chinos del
barrio a las 10 de la noche de un domingo porque Criaturita 1 se acababa de
acordar de que tenía que llevar al cole al día siguiente un bote de colacao
vacío, una huevera, una percha de metal y papel de seda verde claro para hacer
nunca entendía qué.
Cada vez ocurre menos, pero sin embargo, no hay tarde que no
tenga que bajar al locutorio de la esquina a que me impriman un mapa o fotos de
animales para un trabajo.
No, no tengo impresora, ni quiero. Bastante oficina parece
ya mi casa –que trabajo en una esquina de la mesa del comedor- como para meter
ese mamotreto.
Pero lo que peor llevo es el Programa de Festejos de las dos
primeras semanas de junio –que ya las quisiera mi pueblo-. Un año, me quedé sin
vacaciones porque me las gasté todas en acudir cada día al colegio –a las horas
más variadas e intempestivas- a ver la carrera de sacos de las Olimpiadas, el
baile de fin de curso de los dos –pero cada uno una semana-, la obra de teatro
general, la exhibición de yudo de uno, el baile de zumba de la otra, la muestra
de lo que han aprendido en patinaje sobre ruedas... También tuve que asistir a
la tómbola para becas, al partido de profesores contra alumnos, a la fiesta del
AMPA y a la entrega de un reloj comprado por toda la clase a un profesor que se
jubilaba.
Antes, también pedía días libres para ir a despedirles al
autobús cuando se iban de excursión al Museo del Prado o similar. Un día falté y
debí ser la única porque la niña no me lo perdonó en semanas bajo el llanto de
“estaban todas y yo no sabía a quién decir adiós”. Pero ahí ya me planté y
hable con unas cuantas madres –de confianza- para que tampoco fueran. Por lo
menos ya no es la única.
Y es que el colegio es agotador. Lo bueno es que en verano
se te olvida, y cuando el 15 de septiembre, después de tres meses de vacaciones,
les dejas en la puerta tan contenta, ya no te acuerdas de la que se te viene
encima.
sábado, 28 de enero de 2017
SER TRASNUGADORA. UNA DESGRACIA COMO OTRA CUALQUIERA
O un poco más leve…
no quiero exagerar. ¿Pero peligrosa? Un montón. Los amigos te acaban cogiendo
tirria, puede que hasta dejen de llamarte, y te ves obligada a sufrir de jet-lag
cada fin de semana –y algunos jueves de guardar- sin salir del barrio.
Me explico. Los trasnugadores –si me lo permite la RAE-
somos “aquellos seres humanos que nos acostemos a la hora que nos acostemos,
abrimos el ojo a las 7 de la mañana”.
Puede ser un fallo genético, tendencia al insomnio o un
despertador biológico adquirido después de convivir con hijos de los de “a las
6 de la mañana me despierto y te fastidias”… yo qué sé.
Pero claro. Sales y te pasas la noche haciendo la resta. “Si
me voy a casa a la 1, me duermo a las 2 y son cinco horitas… “ y así no hay
quien se relaje o divierta.
Sobre todo cuando miras con cara de asesina al que de
repente decide que la noche es joven y que hay que tomar la penúltima en tal
local y que no seas aguafiestas.
En cuanto hay confianza, empiezas a intentar convencerles de
ir a cenar a las 7:30 de la tarde (¡viva el horario europeo!) y hasta de tomar algo
después a las 9:30… aunque sea en un garito light, alegando que nos podríamos
cruzar con nuestros hijos, y de paso ver qué hacen.
Cuando hago fiestas en casa solo invito a gente a la que
puedo echar a la 1 de la madrugada sin contemplaciones. Les basta verme abrir
la cama o volver con los hielos de la cocina ya con el pijama puesto para irse.
De lo más observadores. Saben de mi problema y son de lo más empático. Además,
justo en el portal hay un local al que siempre les puedo mandar a acabar la
fiesta.
Porque yo, si ya son más de las 4:40 a.m. cuando entro en
casa, prefiero no acostarme y ponerme a trajinar por la casa.
¡Cuántos cajones ordenados gracias a esa última copa que
alguien se ha empeñado en tomar!, ¡cuantos cristales relucientes a consecuencia
de esa amiga entregada que no es capaz de marcharse de los sitios hasta que se
encienden las luces!, ¡cuántas limpias de mail propiciadas por una cena de
“odioso segundo turno”!...
Tengo una amiga que me entiende… una vez para intentar ganar
tiempo y dormirse nada más llegar a casa, se sacó un somnífero del bolso –no me
dejó ver la marca, pero debía ser muy fuerte- y se lo tomó después del segundo
plato. Pero no se lo recomiendo a nadie. La tertulia se alargó y terminó con el
pelo manchado de tarta de queso y las cervicales destrozadas.
Los conciertos que empiezan a las 8:30 y terminan a las 11
de la noche son los mejores. Si hay teloneros, no voy. Y lo mejor que me pueden
proponer es un plan de merienda-cena. ¿Mi
boda? Fue por la mañana, y a las 8 de la tarde estábamos estrenando casa. Como
para empezar un matrimonio con buen pie después de dormir solo 2 horas…
jueves, 26 de enero de 2017
HE VUELTO AL COLE
Y no me refiero a
tutorías de emergencia o para aplacar las iras de algún profesor para con
alguna de mis criaturitas. Me he matriculado en un curso, y de momento, parece
que solo me sirve para no picar entre horas de 9 a 2 (aunque eso ya es…).
Me explico. No es que el curso sea malo, ni los profes unos
inútiles. ¡Que va! Es de lo mejorcito. El problema es que me perdí a los diez
minutos de la clase 1 y ya no tuve forma de seguir el hilo. El master se llama
“Community Manager y Marketing Digital”
y no sé en qué demonios estaba yo pensando cuando decidí que tenía que
reciclarme y tiré por ahí segura de que le iba
a dedicar 100 horas intensivas en dos meses. Creo que me costaría menos
sacarme una ingeniería.
Quizá fuera esa sensación de terror que experimentaba cada
vez que hablaba de algún tema digital –o no- con alguien menor de 35 años y
solo pillaba los artículos y conjunciones de cada frase –que ni siquiera los
verbos-.
Me empecé a acojonar con eso de “ahora me quedo sin trabajo
y a ver a dónde voy, porque de idiomas voy justita y ya tengo una edad y tampoco
estoy tan buena, y el futuro está en las redes y yo lo de hacerme la tonta lo
bordo, pero lo de hacerse la lista es más dificil…” Y resulta que lo de mandar
whatssaps adjuntando fotos y tener seguidores en twitter no nos convierte ni
siquiera en “digitalismos nivel usuario” y que si no controlas una cosa que se
llama “buffer” y que tienes que agregar a tus ¿aplicaciones? de twitter no eres
nadie.
A lo que voy, que me apunté en octubre, pero había lista de
espera y no me han dado plaza hasta ahora.
La última vez que estuve en un aula fue el septiembre de
mis 22, y volver a los 44 –justo el doble- es muy duro. En la carrera nunca me
perdí, hasta levantaba la mano cuando preguntaban algo. Pero claro, vete tú a
una clase de esas con pantalla digital conectada a ordenador en vez de pizarra,
y con un ordenador para ti solita en vez de libreta cuando has perdido las
gafas progresivas.
Después de encender el ordenador –para ser justos, de que me
lo encendiera el chavalín de al lado, porque era un PC y yo solo controlo el
Mac- coloqué sobre la mesa el móvil en silencio –soy trabajadora freelence y
madre-, la botellita de agua y dos pares de gafas, las de cerca y las de lejos.
Pensé que era la solución, pero aquello iba tan rápido que entre que el profe
explicaba en veinte segundos en pantalla el paso 1 para crearse un blog en
wordpress, ir a un banco de imágenes gratuíto, registrarse, tunear una foto,
insertarla, ajustarla y volver a mi ordenador para hacer lo mismo perdía el
hilo cambiándome de gafas y cerca estuve de saltarme un ojo con las patillas de
las de lejos.
Lo bueno de ir al cole a mi edad es que puedes largarte de
clase cuando quieras y nadie te pregunta, ni te ponen falta, ni llaman a tus
padres… Fue lo que me planteé pasadas dos horas de clase y cuando vi que el
chico de al lado se cambiaba de sitio porque ya era la octava vez que le ponía
mi ratón en su mano con mirada de súplica –por favor que no me denuncie por
acoso de menores-. Pero lo bueno de los 44 es que también te sale una especie
de “no van a poder conmigo estos millenials que no habían nacido cuando yo
bailaba sobre los bafles de Joy” que te mantiene aferrada a la silla.
A las tres horas nos dijeron que la clase estaba siendo
grabada por una cámara que estaba situada justo detrás de mí y me entró un poco
de agobio, pero se me pasó en cuanto empezamos la clase de Linkedin –me abrí
una cuenta un día pero se me olvidaron la contraseña y el nombre de usuario y
no he vuelto a entrar- y nos dijeron que cuando cotilleas un perfil quedas
registrado y se sabe. Eso si que fue un ataque de ansiedad en toda regla. Pero
como tengo ya esa edad, pude coger el bolso y tomarme un lexatín despertando
envidias alrededor –igual los vendo en la puerta y me subvenciono el curso-.
Por lo visto, para cotillear fotos de las actuales novias de tus ex es mejor
Facebook, que no deja rastro, y Linkedin es una red muy seria y profesional que
solo miran tus posibles futuros jefes si te van a contratar. Así me va…
No sé si volver mañana. Toca Google+ y hay que crearse una
empresa on-line, si me entero de algo os iré contando.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)