viernes, 23 de mayo de 2014

Y TÚ... ¿PESTAÑEAS O ABANICAS?


Los que me conocen -tanto de dibujo como de cuerpo presente- saben que hasta que el genial maquillador Gato no me descubrió la máscara de pestañas en gel Explosión de Pestañas de Maybelline (lo cuento al detalle en el post que publiqué el pasado 8 de noviembre), ese cosmético y yo éramos absolutamente incompatibles.    

Y no por alergias, ni nada de eso. Simplemente porque las máscaras de pestañas me daban sueño, por el peso -por ínfimo que sea- que añaden al párpado, y por esa sensación de que se me podían quebrar en cualquier momento.

Una pena, porque la naturaleza no me ha dotado con unas pestañas largas, ni espesas, ni abundantes. Son cortitas y escasas, y lo único que tengo que agradecer a la genética es que no son del todo rectas y respingan ligeramente.






Las postizas nunca fueron solución para mí. Las probé alguna vez. Siempre que nos convocaban a alguno de esos open-beauty con tocadores, en los que dejarse hacer y maquillar por los mejores make-up artists del mundo. Y sí, me las colocaban, me extasiaba frente al espejo, me hacía la foto de rigor -aún no existía el concepto selfie- y en cuanto salía a la calle y doblaba la esquina me las arrancaba de un tirón de lo incómodas que me resultaban. La belleza hay que sufrirla, sí, pero hasta ciertos límites. 

Por supuesto, cuando llegaron a España las extensiones de pestañas -en USA es tan habitual ponérslas como teñirse cada mes- fui de las primeras en ponérmelas. 
En The Lab Room. Pelo a pelo. Dos horas de trabajo minucioso para convertirme en la versión humana de Bambi. Duraban dos meses y salvo la contraindicación de no frotarse los ojos y no mojarlas durante 48 horas, eran hasta cómodas. 
Nada más llegar a casa, Criaturita 2, que debía tener por aquel entonces cinco años, me dijo a seis metros de distancia "¡Mamá! tienes los ojos como espabilados". 
Me encantó la experiencia, pero entre unas cosas y otras no las puede volver a disfrutar hasta hace un par de semanas. 

Cuando me llegó la invitación para probarlas y la info de Let´s Go Lashes no lo dudé ni un minuto y llamé a www.twentynails.com para pedir cita inmediata. 

Me encantó el concepto. Extensiones de pestañas adaptadas a nuestras agendas. 
¿Que sólo dispones de 5 minutos? Es una pena, pero puedes optar por Let´s go 5: una tira de pestañas que se coloca en el salón de belleza y que te asegura una mirada de infarto durante 24 horas.
¿Tienes 10 minutos? Las tuyas son las extensiones Let´s go 10, que se colocan en grupos y abren la mirada. Resultan espectaculares en la cara externa para intensificar la mirada y duran hasta un puente largo.
Yo ese día anda bien de tiempo y pude probar Let´s go 20. En este caso, se colocan una a una con un pegamento especial hasta llegar a unas 40 pestañas por ojo y duran dos semanas. 
Mi miedo era notarlas o que me molestaran, pero no hubo momento dramático, y sólo me acordaba de que las llevaba cuando los cristales de las gafas se chocaban con ellas o cuando le gente me preguntaba por los pestañones.

La semana que viene repito. Hay que ir a retirarlas al salón, pero ayer no me dio tiempo a volvérmelas a colocar. ¿Caras? para nada. Las Lets go 20 cuestan 35 euros. Las de grupitos 25, y las básicas, las Lets go 5 sólo 18 euros.






1 comentario:

  1. Madre mía, qué grandísimo desconocimiento tenía .
    Me parto con comentarios de criatura dos., mira que yo creo que las voy a probar para comunión de mi criatura dos .
    la comunión de las extensiones va a ser jaja

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