sábado, 1 de mayo de 2021

VENTAJAS DE PONERSE A DIETA CUANDO EMPIEZA SUPERVIVIENTES

Todas las del mundo, y además, es todo un detalle que siempre se emita en abril y mayo, que es justo cuando toca empezar la operación bikini.



 


Cansada estoy de repetirlo en todos mis grupos de whatssap bautizados como ‘dieta, ahora sí que sí (os lo juro)’, ‘operación verano 21’ o ‘¡esos cuerpos!’. La  única clave para alcanzar resultados es empezar el ‘plan’ coincidiendo con la tirada desde el helicóptero de los concursantes de Supervivientes.

 

Ni una reunión semanal de Weight Watchers, ni una dietista Rottenmeier a la que temas y ames a partes iguales, ni si quiera esos chats de whatssap antes comentados en origen motivadores y en los que al final es más fácil leer un “¿a qué hora quedamos para las cañas?” que un “¿os habéis tomado el kiwi de media mañana?”.

 

A parte de para disparar índices de audiencia, Supervivientes está ahí para algo más, y yo ya me cosqué hace como cuatro ediciones, cuando de repente, y a la vuelta de 9 semanas de concurso, Raquel Mosquera pesaba menos que yo.

 

Lo mejor es fijarte en una concursante que esté más o menos como tú. Y aunque por supuesto, no vas a ingerir las 300 calorías que ella rasque al día, y tú vas a hacer una dieta saludable, equilibrada y prescrita por un profesional, te motivará.

 

¿Que me parece tristona la merluza al horno que me estoy tomando? Nada como poner la tele y que aparezca Tom Brusse abriéndose camino entre las espinas de un pez crudo –y casi agonizante- para sacar algo que llevarse a la boca.

 

¿Qué me aburro del kiwi de media mañana? La pereza que me da pelarlo no es de este mundo… pero no queda otra que incluirlo en la dieta cuando privilegias las proteínas, por aquello de ir al baño y tal. Entonces pienso en esa criatura televisiva –Albalá sin ir más lejos- intentando abrir un coco para compartirlo con ocho, que deben tocar a centímetro cúbico cada uno. Ahí sí. Cojo el cuchillo de postre con ímpetu, lo pelo y me lo tomo enterito.

 

¿El arroz blanco hervido? Un auténtico manjar -casi como una paella de mi suegro-, cuando veo la sartén de Carlos en el barco encallado. Teniendo en cuenta que, hasta que consiguen hacer fuego –y parece ser que cada edición son más torpes al respecto, o les registran mejor antes de tirarles del helicóptero- ellos tienen que ponerlo a calentar al sol durante días para que ablande un poco, me parece un lujo mi arroz con un chorrito de limón o albahaca… o medio bote de tomate Orlando (todo hay que confesarlo).

 

Yo tampoco tomo postre después de comer. Pero oye, al menos me puedo encender un piti o hacerme un café para estirar la sobremesa. 

 

Las pruebas de recompensa las vivo a tope. Porque ya que me meto en situación, yo también me premio y me permito ciertos caprichos. Y si ganan, allá que abro yo la aplicación de Glovo para pedirme un japo o un Burger  King con aros de cebolla incluidos. 

Si pierden… les insulto un ratito, pero siempre desde el cariño, que ya habría que verme a mi andando sobre un alambre a tres metros del agua o haciendo un agujero en la arena para pasar más holgada bajo el alambre de espino. 

 


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