viernes, 16 de abril de 2021

INTENTANDO BUSCAR EL LADO BUENO DE LA PANDEMIA II (LA NUEVA NORMALIDAD)

Creo que, de haberse aplicado muchas de las medidas anti-covid un poco antes, a lo mejor yo hasta aún seguiría con mi último chico. Me explico, nuestras tres discusiones recurrentes eran: porque yo me negaba a picotear de barra y prefería mesa en terraza aunque lloviera –sí, fumo-, por la hora de llegada a casa –que era yo muy de retirarme pronto- y porque no soportaba las reuniones de más de 6 personas, que para mi eran como macro-botellones.

Y eso me ha hecho pensar mucho, además de añorar claro… y hasta horrorizarme...  porque igual resulta que tengo un problema grave de masoquismo o algo así. Pero es que hay cosas...






Yo tengo hora, la misma que tenía a los 19 años, pero mis hijos también. Y sin tener que negociar ni empezar a llamarles cinco minutos después de ella para ver dónde están y por qué coño aún no están en su habitación, que me quiero acostar. Esto me ha pillado en lo mejor, cuando Criaturita 2, con 15, empezaba a desmadrarse un poco.

 

Distancia de seguridad en la playa. Creo que ha sido lo segundo mejor. Que este verano pasé de pasarme la Venus de Gillette a diario a hacerlo como cada cuatro días –o más-. Tampoco me preocupó excesivamente la celulitis la verdad. 

 

Vuelvo a recibir en casa. Ya sabéis que soy trasnugadora –lo que quiere decir que aunque me acueste a las 5 de la madrugada voy a abrir el ojo a las 7 en punto de la mañana sin posibilidad de volver a dormirme-. Y eso frena mucho la vida nocturna. Pero ahora, sabiendo que a las 22:40 se van a empezar a despedir me entran ganas de convocar todos los días. Y no, no tengo sofá cama ni similar que invite a dormir, ni siquiera alfombras.

 

Voy más al gimnasio. Es que resulta que es con cita previa, y si faltas te miran fatal y te dicen que has robado a la plaza a una persona que quería ir… con lo cual me da un corte no aparecer que voy hasta con resaca.


Puentes, fiestas, Semana Santa (que van dos)… Antes me sentía muy pringada por tener quedarme en Madrid –la hucha esa de viajes nunca terminaba de llenarse- pero ahora, será porque ‘mal de muchos consuelo de tontos’ -y tonta debo serlo un rato-, como que me quedo más tranquila porque sé que a los únicos de Madrid que pisan la playa o cruzan de Comunidad Autónoma les pueden multar. 


Me encanta el autobús. Antes me daba más pereza subirme, pero ahora, con la seguridad de que no se me va a sentar nadie al lado y puedo ir leyendo o whatssapeando lo que quiera sin que nadie meta los ojos en mis páginas o mi pantalla voy feliz. Tanto, que más de una vez me he pasado de parada. Es un poco parecido a lo del cine ahora, con butaca para el bolso y el abrigo por derecho propio.

 

Dulce Navidad. Eso fue lo mejor. Y no solo porque Criaturitas llevaran pidiendo a dúo –uno por cada oído- salir en Nochevieja los últimos 11 meses y porque ya me estaba quedando sin argumentos. Soy de las que se toman las uvas ya con el bolso colgado, el abrigo puesto y las llaves del coche en la mano, pero esta vez, mi madre decidió cancelar. La vi al día siguiente en petit-comité y no pasó nada.

La comida del 25 por video-llamada también me encantó, aunque me tuve que arreglar un poco más por eso del zoom.


Ojo que también hay cosas que llevo pero que muy mal. Los conciertos medio normales, poder tomar el sol en el bordillo de la piscina, tan fresquita y sin mascarilla en la cara –que mi socorrista no nos dejaba-, o poder pasar de largo Azuqueca de Henares y llegar a Guadalajara… yo me entiendo

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