Me debato desde las 10:30 de la mañana de ayer.
No puedo soportarlo. Esta noche igual hasta me tengo que tomar doble ración de "valeriana". ¿Se lo cuento o hago como si no hubiera pasado nada?
El interlocutor de mis desvelos es mi vikingo, y el secreto, un producto cosmético -emociones fuertes, buscadlas en otro blog- para la caída capilar.
Y no es porque el producto en cuestión lleve algún ingrediente de dudosa procedencia, tenga unos efectos secundarios como para volverse adicto al google med o similar, o que no me fíe yo de sus promesas.
No. El problema es que creo que es demasiado bueno y efectivo, y a mí, lo que más me gusta de vikingo son sus entradas y esa frente despejada al más puro estilo Eastwood. Que a veces me mira en plano corto y me creo que estoy a punto de besar a Harry el sucio. Y eso, si el pelo le llegara a donde todos los hombres quieren que les llegue, pues igual no me pasaría.
Que si "¿por qué no te rapas la cabeza?, que sí "la barba más larga y salvaje pero el pelo cortito", que si "joder, con ese proceso de envejecimiento que apuntas, ya me puedo cuidar...". Esos son mis asesoramientos en materia de estética.
Y él empeñado en poner freno a esa noble retirada de folículos pilosos, y a veces, hasta traumado por sus entradas, e intuyo que hasta fantaseando con injertos y tal cuando le pillo distraído mesándose la coronilla.
Y yo claro... ya que se ha echado una novia beauty-editor, venga a regalarle pócimas milagrosas y champús anti-caída. Desde el conocimiento previo -ha llegado el momento de confesar- de que tampoco eran para tanto y que mi chico -en esencia- iba a seguir estando ahí.
Pero he aquí que Pierre Fabre nos presenta esta mañana en la cuarta planta del edificio Tio Pepe de Madrid el producto -bajo el humilde entender que me dan 23 años de asistencia a clases de biología folicular y molecular avanzada- definitivo para salvaguardar la cabellera.
Nada de ampollas monodosis de cristal cuya apertura puede terminar en urgencias a las 11 de la noche. Es un sencillo spray que esconde el antídoto contra la caída crónica del cabello y que ataca el verdadero problema de fondo. Además de las hormonas -siempre ellas- o el factor vascular, acaban de identificar, después de 15 años de investigación- a un nuevo factor implicado y el WNT es la cura.
No me apetece escribir a qué corresponden las siglas, pero se trata de unas moléculas transmisoras que prolongan la fase de crecimiento de cada pelo y en consecuencia, transforma la pelusilla en un pelo con todas las de la ley.
Y es que no es lo mismo -esta mañana me ha quedado muy claro- vello que pelo.
También me ha quedado clarísimo, a la vista de las explicaciones y videos explicativos- que el sebo y problemas como la dermatitis seborréica ahogan la raíz y asfixian el pelo impidiéndole crecer con libertad, y que si eso no se trata, no hay nada que hacer ante el más potente de los crecepelos del mercado.
Los resultados, me han convencido. En tres meses, -y no porque les dé esa impresión a los señores que lo han probado, sino porque lo han testado en laboratorio y he visto las pruebas- se produce un aumento de densidad general del 37% y un frenado en seco a la caída.
Todo me ha convencido. El modo de empleo (9 pulverizaciones y fuera), la duración del envase de 12 semanas...
Lo que aún me tengo que pensar es si hacer feliz a mi Vikingo o dejar que triunfen el egoísmo femenino y mi punto de vista estético.
Mañana os cuento.
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